Nos zambullimos en la oscuridad en cuestión de minutos al descender un kilómetro hasta llegar al fondo. Apenas salimos, el calor nos golpea: las temperaturas alcanzan los 35ºC. Estamos en la mina Boulby, una de las más profundas de Europa, con una extensión subterránea de 200 hectáreas, en el norte de Inglaterra
Desde los años 70 se extrae sal y potasa de sus profundidades pero las rocas han estado guardando algo más.
A pesar de que el polvoroso terreno luce desolado, está repleto de diminutos organismos.
El profesor Charles Cockell, del Centro británico para la Astrobiología de la Universidad de Edimburgo, le señala que «las condiciones son extremas desde el punto de vista de la vida».
«Es un ambiente muy salado, muy oscuro, lo que quiere decir que no hay luz del Sol para dar energía, y hay muy poca agua», añade.
«Mantener la vida es muy difícil para la mayoría de los organismos así que nos interesa entender cómo algunos pueden sobrevivir y hasta prosperar».
Los microbios se llaman extremófilos y Cockell piensa que estudiarlos ayudaría a entender si la vida puede resistir en condiciones similares en otro lugar del Universo.
«En la superficie de Marte hay sal de mesa y hay filtraciones de salmuera de cloruro de sodio, asegura. En Europa, una de las lunas de Júpiter, hay un mar salado bajo una costra de hielo».
«Hay sales en todo el Universo. Hay que ir a lugares oscuros y salados si uno quiere saber si la vida podría originarse y crecer en algunos ambientes extraterrestres, y si quiere poder evaluarlos como hogares», sentencia.
En marcado contraste con el resto de la mina, entramos a una habitación brillante y llena de instrumentos científicos.
El laboratorio ha estado funcionando durante años como resultado de una colaboración del Consejo de Instalaciones Científicas y Tecnológicas británicas y la compañía minera.
El doctor Sean Paling, director del Laboratorio Subterráneo de Boulby, comenta que «es inusual que haya un laboratorio en una mina. Es extraño para los mineros: les queda difícil creer que estemos aquí».
Hasta hace poco, las investigaciones se habían enfocado en buscar materia oscura, esas misteriosas partículas que se cree forman cerca de la cuarta parte del Universo. Pero ahora el equipo está ampliando sus miras.
«La razón por la que nos vinimos aquí abajo en busca de esa astronomía es que el entorno es muy, muy tranquilo», explica Paling.
«Hay muy poca interferencia de la radiación natural, de las partículas que uno encuentra en la superficie. Pero hay muchos otros proyectos que se pueden hacer en un ambiente como este: tenemos un proyecto de investigación de cambio climático, varios estudios de datación por radiocarbono, un estudio de captura de carbono y ahora también un laboratorio de astrobiología».
«Parece una contradicción», admite Paling.
«Hay esos grandes interrogantes: de qué está hecho el Universo, si hay vida en otros planetas y cómo es esa vida. Y aquí estamos nosotros explorándolos debajo de la tierra. Sin embargo, eso es exactamente lo que está pasando. Este tipo de entorno nos permite estudiar esos temas extremadamente bien».
Es sólo el principio pero exámenes genéticos ya están revelando que la mina alberga especies inusuales.
Y, aunque no se pierde la esperanza de que algún día encontremos vida extraterrestre inteligente y avanzada, es muy posible que cualquier especie alienígena se parezca más a los simples organismos que viven en la mina.
«¿Hay vida en otro lugar del Universo? Esa es sin duda una de las preguntas más interesantes», opina Cockell.
«Por ello la búsqueda de vida extrema en Boulby no es una ilusión loca y optimista de encontrar vida en otro lugar. Nos da una base científica para entender si hay vida en el Universo y, si la hay, si es similar a la de la Tierra o no, y si no, por qué no lo es».
Fuente: [el-nacional.com]