H.R. Giger, artista surrealista, escultor y escenógrafo murió el 12 de mayo pasado. Será recordado por abrirnos la mente con su original (muy original) diseño para la película «Alien» en 1979.

35 años y muchos spin-offs después, la creación xenomorfa de Giger se ha vuelto tan familiar que resulta difícil recordar lo inquietante que fue vislumbrarla entre la neblina y las sombras de la película de Ridley Scott.

«Alien» redibujó la forma de mostrar a los monstruos en el cine, al presentar un ser metálico y fálico, sinuoso y esquelético, con algo de insecto y de reptil al mismo tiempo.

Aunque de manera deliberada todavía conservaba ciertas características humanas, era un extraterrestre profundamente siniestro y, por vez primera, genuinamente de otro mundo.

Antes de la criatura de Giger, la mayoría de los extraterrestres que aparecían en las pantallas eran más o menos de aspecto similar al nuestro.

Quizá un poco más altos o más bajos, a veces con un color de piel diferente al nuestro o con algunas características mejoradas o tomadas de otras especies animales. Pero eran esencialmente humanos.

El artista suizo murió la semana pasada a los 74 años.
El artista suizo murió la semana pasada a los 74 años.

 

Y no solo en las pantallas compartían tanto en común con nosotros, sino que también en el arte y en las historias de ciencia ficción, por no mencionar el cómic: la vida más allá de la Tierra se parecía asombrosamente a la nuestra.

Pero, ¿por qué?
¿Hay alguna razón que nos lleve a pensar más en los pequeños hombrecillos verdes de Marte que en las habichuelas de ojos grandes descritas por Captain Beefheart en su canción «Big Eyed Beans from Venus»?

Parte de la explicación es muy sencilla.

Ingenio de este mundo

Para los creadores de cine y televisión sin acceso a imágenes creadas por ordenador resultaba realmente problemático crear alienígenas que fueran creíbles y casi imposible si no recurrían a un actor disfrazado para parecer «de otro mundo».

Hans Ruedi Giger ganó un Oscar por la película "Alien", de Ridley Scott.
Hans Ruedi Giger ganó un Oscar por la película «Alien», de Ridley Scott.

 

Así que, a pesar de que la Tierra se enfrentó en el cine a innumerables invasiones provenientes de otros planetas, por pura necesidad casi todos los encuentros cercanos se producían con alguien (o algo) con un parecido más que razonable a la raza humana.

A menudo, simplemente se daba por sentado que cualquier tipo de vida inteligente presente en el Universo debía parecerse a la nuestra, tal y como quedó demostrado en películas clásicas como «Ultimátum a la Tierra».
Otras veces, se añadían ciertos extras para recalcar que aunque de aspecto humanoide, el personaje extraterrestre en cuestión no era del todo humano.

Por su parte, las diversas versiones de series de televisión con muchas temporadas a sus espaldas, como «Star Trek» o «Doctor Who», han exprimido hasta el infinito y más allá la creatividad de sus diseñadores a la hora de encontrar nuevas combinaciones anatómicas y de maquillaje para dar un toque propio a su gran diversidad de alienígenas.

El Dr. Spock, uno de los muchos alienígenas de Star Treck.
El Dr. Spock, uno de los muchos alienígenas de Star Treck.

 

Tras los más de 25 años de encuentros de la nave espacial Enterprise con diferentes combinaciones de humanoides de orejas puntiagudas, cerebros abultados, frentes arrugadas y trastornos cutáneos extremos, uno de los episodios de «Star Trek: the Next Generation -The Chase» trató de explicar las similitudes que albergaban todos ellos: compartían una raza alienígena ancestral común que mucho tiempo atrás había esparcido la vida a lo largo y ancho de la galaxia.

Ahora bien, hay también honrosas excepciones.
Cuando los Daleks aparecieron por primera vez en «Doctor Who» en 1963 consiguieron ser los extraterrestres más amenazantes hasta entonces.

Varias películas y series desde «La invasión de los ladrones de cuerpos»hasta «V Invasión Extraterrestre» abordaron el asunto de forma ingeniosa presentando alienígenas que se parecían a nosotros con el único fin de no levantar sospechas mientras intentaban conquistar nuestro mundo.

Este enfoque solo servía para reforzar la idea política implícita del «enemigo en casa» que estaban sugiriendo.

Los Daleks de Doctor Who fueron un intento de crear algo lo menos humano posible.
Los Daleks de Doctor Who fueron un intento de crear algo lo menos humano posible.

 

Pero en la era de las imágenes generadas por ordenador, este tipo de subterfugios resultan innecesarios, al menos en el cine y en la televisión.

Uno puede disponer de tantas cabezas, ojos y tentáculos como desee, sin que por ello el presupuesto tenga que ser desorbitado y sin necesidad de crear algo que resulte tremendamente impostado.

Estamos acostumbrados a ver las más raras e increíbles formas de vida como las que aparecen en producciones como «Hombres de negro», «Invasión», «Distrito 9» y, como no, en la saga de «La guerra de las galaxias».

Ahora que el único límite radica en la capacidad de invención de las personas, las extravagancias en cuanto a seres de otros mundos seguirán multiplicándose.

Pero esto no explica por qué los alienígenas humanoides han dominado las historias de ciencia ficción y los cómics desde hace tantísimo tiempo, en un medio que nunca se ha visto afectado por limitaciones técnicas ni presupuestarias.

Antes de Alien, los extraterrestres se parecían mucho a nosotros.
Antes de Alien, los extraterrestres se parecían mucho a nosotros.

 

Espejos deformantes
Si la mente puede imaginar cualquier cosa, ¿por qué tantos escritores, artistas y creadores han decidido quedarse tan cerca de casa?

Desde tiempos inmemoriales hasta la actualidad, nuestras evocaciones de vida alienígena son muy a menudo nuestro propio reflejo en uno de esos espejos deformantes de las ferias.

Dejando al margen el versículo del Génesis que reza que «Dios creo al hombre a su imagen y semejanza», existen pruebas suficientes para validar la observación del filósofo griego Jenófanes hace 2500 años: «Los hombres siempre crean dioses a su propia imagen».

No solo las deidades eran parecidas, las similitudes afectaban a todo el panteón místico.

Gigantes, enanos, demonios con pezuñas, centauros, hadas, etc. Al final, somos nosotros, con diferentes tamaños y cruzados con cabras, caballos, mariposas o cualquier ser similar, fruto de combinaciones concebidas por la mente.

Giger dijo que su estilo era "biomecánico" y que Salvador Dali fue una de sus influencias.
Giger dijo que su estilo era «biomecánico» y que Salvador Dali fue una de sus influencias.

 

No debe entonces extrañarnos que escritores y artistas pueblen a menudo la galaxia con seres antropomórficos.

Si bien hay que destacar las excepciones a esta regla, como el océano sensible que Stanislaw Lem plasmó en «Solaris» o Cthulhu, la monstruosidad cósmica obra de H.P. Lovecraft, con «una cabeza semejante a la de un pulpo cuya cara fuera una masa de tentáculos; un cuerpo con escamas de aspecto gomoso; tremendas garras en las extremidades delanteras y traseras, y alas largas y estrechas».

No fue tampoco una mera coincidencia que otra de las creaciones de Lovecraft, el libro ficticio «Necronomicón», fuera tomada por Giger como título de su primera colección de imágenes, que haría que Ridley Scott le contratase para trabajar en «Alien».

La mayoría de nosotros no estamos bendecidos -o maldecidos- con una imaginación tan desbordante como la de Lovecraft o Giger.

Reciclamos y adaptamos basándonos en gran medida en nosotros mismos.

Sin embargo, cuando Giger presentó su visión oscura y totalmente alienígena de la vida extraterrestre, cambió nuestras percepciones de un plumazo.

Nos hizo creer en seres que realmente parecían y sonaban como si fueran de otro mundo.