Lisa-Ann Gershwin ha investigado a las medusas por más de 20 años y ha descubierto más de 180 nuevas especies, entre ellas 16 que son potencialmente letales. En 1998 fue galardonada con una beca Fulbright para estudiar las proliferaciones de medusas y medusas fósiles en Australia. Lisa es la directora de Australian Marine Stinger Advisory Services, y autora de «Stung! On Jellyfish Blooms and the Future of the Ocean» (¡Picado! Sobre las proliferaciones de medusas y el futuro del océano; mayo de 2013, University of Chicago Press). Vive en Hobart, Tasmania.
(CNN) – «¡Ay!» es lo que la mayoría de nosotros piensa cuando se le vienen a la cabeza las medusas. Pican. Son viscosas y no tienen cerebro. Entonces, ¿quién hubiera creído que la modesta medusa pudiera salir de las sombras y surgir como un destructor de la pesca y los ecosistemas e incluso como una amenaza a los pingüinos y ballenas?
A lo lejos, en la Antártida -la última reserva natural virgen, algunos podrían decir- el equilibrio está cambiando de krill a medusas. En esta dura tierra, prácticamente todo lo que es más grande que un krill come krill: ballenas, aves marinas, peces y pingüinos.
Pero los krill están desapareciendo gracias a nosotros y a las medusas. Pescamos grandes cantidades de krill para nuestros suplementos de omega-3; las medusas comen grandes cantidades de plancton, lo que deja poco para que el krill pueda comer.
En todo el mundo, desde el Mar de Bering hasta el Mar de Japón, desde el Mediterráneo hasta el Golfo de México, de China a la bahía de Chesapeake, desde el Mar Negro hasta el Báltico hasta el Benguela en las costas de Namibia, en cualquier lugar donde los océanos están en problemas, las medusas se hacen con el control. A las medusas les va mejor en aguas más cálidas. Nuestras emisiones de dióxido de carbono están calentando el agua y volviéndola corrosiva. Las aguas más cálidas -incluso a una fracción de grado- contienen menos oxígeno que el agua más fría y cambia el equilibrio de quién sobrevive y quién muere.
Una criatura extraña parecida a una medusa, llamada salpa, está aprovechándose de esto. Las salpas son sin duda una de las criaturas más extrañas del mundo. Pueden crecer un 10% de su longitud corporal por hora y pasar por dos generaciones en un día. Están más estrechamente relacionadas con los seres humanos que con la mayoría de los otros tipos de medusas, aunque ciertamente no se parecen a los humanos. Sus cuerpos parecen barriles vacíos y gelatinosos. Las salpas no pican, pero sí hacen daño por sus cifras asombrosas. Pregunta a los operadores de la planta de energía nuclear Diablo Canyon en la costa central de California.
En 2011, las medusas bloquearon las rejillas en la estación de energía en Hadera, Israel. En 2011, las salpas cerraron temporalmente una planta de energía nuclear en California.
En abril de 2012, la planta de Diablo sufrió un cierre de emergencia porque las salpas bloquearon las tuberías de entrada en el sistema de enfriamiento. Esto puede parecer extraño, pero las medusas han ocasionado varias decenas de cierres en plantas de energía nuclear, centrales térmicas a carbón, plantas de desalinización -prácticamente cualquier tipo de industria que utiliza agua de mar. Corren riesgo incluso los centros de datos que se enfrían por medio del agua del mar como el complejo de Google en Finlandia.
Distintos tipos de medusas han ocasionado matanzas masivas de peces en granjas de salmones alrededor del mundo. Irlanda, Escocia, Chile, Australia, Nueva Zelanda… por mencionar algunos. Si hay granjas de salmones, puedes estar seguro que tienen terribles problemas con medusas.
Las medusas también han tomado el control de Lurefjorden, uno de los hermosos fiordos en Noruega y en tiempos uno de sus mejores sitios para la pesca. No se encuentra un sólo pez. Recientemente, las medusas colonizaron dos fiordos más y la pesca ha declinado.
Las picaduras y los cierres de emergencia son malos -y admitámoslo, esas cosas viscosas son repelentes- pero el verdadero problema con las medusas es su dinámica de depredador-presa con los peces. En la superficie, los peces son obviamente el depredador superior: son más listos, más rápidos y a menudo más grandes. Piensa en los tiburones, las rayas y las lubinas: es difícil imaginar que las medusas puedan defenderse contra estos luchadores. Pero las medusas son arteras. Se comen los huevos y las larvas de los peces y el plancton del cual se alimentarían las larvas. Y por medio de este doble revés de depredación y competencia, pueden debilitar el ecosistema en los tobillos.
Sin embargo, las medusas ocasionan otros daños, de los que somos conscientes hasta ahora. Ponen patas arriba la cadena alimenticia. Conforme se asciende en la cadena alimenticia, el valor energético incrementa. Por ejemplo, las gambas proporcionan más energía que el plancton que es su presa, pero los peces que se alimentan de gambas proporcionan aún más. Sin embargo, las medusas, una elección de muy baja energía comparada con las gambas o los peces, están secuestrando la mayor energía de estas especies en sus cuerpos de baja energía. En esencia, están hilando el oro en paja, o convirtiendo el vino en agua.
En un sistema saludable, los peces son competidores y depredadores superiores a las medusas. Pero las cosas que hacemos los humanos -pescamos, contaminamos, represamos, construimos, translocamos- hacen que la vida sea más dura para los peces y más fácil para las medusas. Y así vemos que muchos de los ecosistemas más afectados «están de cabeza» porque están dominados por medusas en lugar de peces. La medusa común (Aurelia aurita) y la nuez de mar (Mnemiopsis Leidyi) dominan en el Mar Interior de Japón. La ortiga de mar (Chrysaora Pacifica) en la bahía de Chesapeake y en la corriente de Benguela en las costas de Namibia. Nueces de mar en los mares de Europa. La medusa abisal (Periphylla Periphylla) en los fiordos de Noruega. Medusas del tamaño de una nevera que crecen en los mares de China y yendo a la deriva hacia las aguas japonesas y coreanas.
Y una vez que tienen el control, no parecen soltarlo.
De manera que nos encontramos en la situación inimaginable de estar en competencia contra las medusas, y, puedes estar seguro, tienen la ventaja en la cancha.
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Qué deberíamos hacer? Ese es el problema. El océano es el soporte de nuestro sistema de vida -es de donde sacamos nuestra comida, nuestro oxígeno, muchas de nuestras industrias y a menudo nuestra inspiración. Pero no tenemos una solución para los daños que le estamos causando. Necesitamos tiempo para poder innovar con soluciones.
Necesitamos invertir en investigación para frenar el daño así como para hacer frente a nuestro mundo que cambia rápidamente. Y necesitamos mantener un diálogo serio sobre lo que valoramos y lo que estamos dispuestos a hacer para conservarlo.
Podríamos comenzar por legislar un estándar de limpieza de entrada en el cual el aire o el agua liberada de la industria deberá salir por lo menos tan limpia como estaba cuando entró, o a esa industria no se le permitiría funcionar. Claro, esto ocasionaría muchas quejas, pero muy pronto, las industrias contaminantes deberían de innovar formas de ser más limpias para mantenerse económicamente viables. Este es tan sólo un ejemplo, pero debemos pensar en muchos más. Y tenemos que hacer algo.
Recientemente, leí en algún lugar que seguramente pasaremos a la historia como la generación que podría haber salvado al océano pero no lo hizo. Me hizo llorar, porque me temo que es cierto.