Aceleró a toda velocidad, durmió por largos años, despertó y se apresta a subirse al lomo de un cometa. La odisea de «Rosetta» lleva ya una década y 6.000 millones de kilómetros recorridos en el espacio, en una de las misiones más ambiciosas de una sonda espacial.

El encuentro íntimo se producirá a unos 400 millones de kilómetros de la Tierra y «Rosetta» llegará a situarse a menos de 100 kilómetros de su objetivo, una bola de hielo, polvo y rocas bautizado 67P/Churyumov-Gerasimenko.

«En el espacio, esa distancia es como estar pegado», se entusiasma Marcelo Colazo, astrónomo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), en diálogo con ámbito.com.

El proyecto, en el que participan 17 países, es inédito: es la primera vez que una sonda orbita un cometa y deposita sobre él un módulo de investigación.

«Rosetta» comenzó su periplo el 2 de marzo de 2004 y durante 957 días viajó en modo de hibernación hasta ser reactivada el 20 de enero de este año.

Nunca una sonda espacial había funcionado con energía solar tan lejos del sol. El especialista explica que «comúnmente se utilizan baterías nucleares, alimentadas con plutonio, porque el sol está muy lejos y el plutonio asegura energía por largo tiempo. Pero con esta sonda la Agencia Espacial Europea utilizó energía solar y impulsos gravitatorios de la Tierra y Marte».

Cuando recién despertó de su letargo se probaron sus instrumentos, que habían permanecido «adormecidos» durante una década, y respondieron a la perfección. Allí comenzó la última fase de la «caza del cometa».

Los cometas, en el inicio de la vida

La importancia de la misión radica en que estos cuerpos celestes son los restos más antiguos del gigantesco revuelo que dio origen a nuestro universo, hace 4.600 millones de años.

«Se sabe que mantuvieron hasta la actualidad su formación original, tal cual era esa nube de gas que formó el Sistema Solar. La información también nos ayudaría a entender si tuvieron influencia en el inicio de la vida. Quizás no se obtenga la certeza, pero sí un grado de precisión mayor», añade el astrónomo.

Una de las teorías más aceptadas por la comunidad científica mundial, conocida como la hipótesis de panspermia, afirma que los cometas, al interactuar con la Tierra, trajeron agua y moléculas orgánicas que posibilitaron el comienzo de todo.

Las primeras semanas, la tarea será escanear su superficie para ir conociéndolo. «Luego lo va a seguir mucho tiempo y estará en órbita realizando estudios. A medida que se acerque al sol, el cometa se irá derritiendo y el hielo del núcleo se evaporará. Al día de hoy no entró en esa fase, todavía es una masa de hielo», detalla Colazo.

Una vez allí, en medio de los cristales de hielo y el polvo, la sonda buscará un sitio adecuado para el aterrizaje de «Philae», un pequeño robot de laboratorio que durante seis meses realizará experimentos sobre la composición del cometa. A partir de noviembre comenzará a enviar los datos hacia nuestro planeta.

«Lo que llama la atención es que se podrá estudiar en detalle lo que hasta ahora se hizo desde más distancia y de pasada», resalta el especialista. Hasta ahora, las misiones de exploración habían sido escasas y se limitaron a sobrevolarlos. La sonda estaounidense Stardust trajo a su regreso el polvo dejado por la traza de un cometa, mientras que la europea Giotto se acercó a 200 km de la superficie de otro.

En el caso del 67P/Churyumov-Gerasimenko, bautizado en nombre a los dos científicos soviéticos que lo identificaron separadamente por primera vez en 1969, la cita será extensa y de alto voltaje.

«Por ello es una misión importantísima», concluye el astrónomo. «Hace 20 años se hubiese pensado que era imposible, una idea de ciencia ficción».