Una serie de probetas con moléculas de ADN en su interior, fijadas a la capa exterior de la sección de carga de un cohete, consiguieron sobrevivir en el espacio y, lo que es más sorprendente, también a la reentrada en la atmósfera, una maniobra durante la cual la temperatura se dispara a causa de la fricción con el aire.

El ADN en el exterior de un cohete puede sobrevivir en el espacio.
El ADN en el exterior de un cohete puede sobrevivir en el espacio.

 

Pero los hechos son tozudos. Tras el lanzamiento, el vuelo espacial, la reentrada en la atmósfera terrestre y el posterior aterrizaje, las moléculas de ADN seguían intactas, en el mismo lugar del cohete al que habían sido fijadas. Y no fue esa la única sorpresa: la inmensa mayor parte de las moléculas supervivientes aún eran capaces de transmitir información genética a bacterias y células de diferentes tejidos.

«Este estudio —asegura Oliver Ulrich, del Instituto de Anatomía de la Universidad de Zurich y director de la investigación— aporta pruebas experimentales de que la información genética del ADN es esencialmente capaz de sobrevivir en las extremas condiciones del espacio y la reentrada en la densa atmósfera de la Tierra». El experimento, llamado DARE (DNA atmospheric re-entry experiment) surgió de forma espontánea durante la misión TEXUS-49.

El tipo de ADN montado en el cohete era del tipo plásmido (como se muestra en la imagen). Este llevaba genes para fluorescencia y resistencia antibiótica. A su regreso a la Tierra aún funcionaba confiriéndole exitosamente resistencia antibiótica a una bacteria y otorgándole un marcador fluorescente a células nucleadas.
El tipo de ADN montado en el cohete era del tipo plásmido (como se muestra en la imagen). Este llevaba genes para fluorescencia y resistencia antibiótica. A su regreso a la Tierra aún funcionaba confiriéndole exitosamente resistencia antibiótica a una bacteria y otorgándole un marcador fluorescente a células nucleadas.

 

Durante la misma, en efecto, los científicos de la Universidad de Zurich realizaban experimentos para estudiar el papel de la gravedad en el proceso de regulación de la expresión de genes en células humanas. Para ello utilizaban un hardware instalado dentro del cohete y que manejaban por control remoto.

El experimento, llamado DARE (DNA atmospheric re-entry experiment) surgió de forma espontánea durante la misión TEXUS-49. Durante la misma, en efecto, los científicos de la Universidad de Zurich realizaban experimentos para estudiar el papel de la gravedad en el proceso de regulación de la expresión de genes en células humanas. Para ello utilizaban un hardware instalado dentro del cohete y que manejaban por control remoto.

«Quedamos atónitos»

Se suponía que el experimento, concebido a toda prisa, sería un pretexto para examinar la estabilidad de las biofirmas durante un vuelo espacial y la reentrada en la atmósfera. De forma que ni Thiel ni Ulrich se esperaban los resultados que pudieron observar: «Quedamos totalmente atónitos de encontrar la mayor parte del ADN intacto y funcional», afirma Thiel. Lo cual demuestra que la información genética que guarda el ADN puede sobrevivir incluso en las condiciones más duras y extremas.

Muchos científicos creen que el ADN pudo llegar a la Tierra desde el espacio exterior, a bordo de materiales extraterrestres como polvo o meteoritos (panspermia), de los que nuestro planeta recibe unas cien toneladas diarias. Esta extraordinaria estabilidad del ADN bajo las condiciones del espacio puede resultar, también, de la máxima utilidad a la hora de interpretar los resultados de los varios experimentos que buscan signos de vida más allá de la Tierra.

«Nuestros resultados —afirma Ulrich— demuestran que no resulta improbable que, a pesar de todas las precauciones y medidas de seguridad, nuestras naves espaciales estén transportando ADN terrestre hasta sus lugares de aterrizaje. Debemos tener esto en cuenta para no equivocarnos en nuestra búsqueda de vida extraterrestre».