Los relatos vampiros han existido desde hace mucho en diversas sociedades y culturas alrededor del mundo, sin embargo la más conocida de todas es la de Drácula.
Esta es una historia escrita por el irlandés Bram Stoker y publicada en 1897. Se ha especulado que el personaje principal de la novela se inspiró en el sanguinario Vlad el Empalador, un príncipe de Valaquia — hoy sur de Rumania — a mediados del siglo XV. Otros creen que Stoker se basó en leyendas de su tierra que hablan de criaturas no-muertas amantes de la sangre.
Esta novela repleta de terror gótico, sin dudas adelantada para su tiempo, narra cómo el Conde Drácula deja su hogar en Transilvania para establecerse en Inglaterra y así obtener nuevas víctimas femeninas para hacer crecer en número su harén de novias vampiresas. Sin embargo un grupo de valientes personas liderados por el Profesor Abraham van Helsing le ponen las cosas difíciles.
Sin embargo la novela de Stoker no se llamaba Drácula en un principio, el manuscrito original estaba titulado: «El No-Muerto», y el Conde protagonista se llamaba «Wampyr». Algunos estudiosos sostienen que, dado que el autor nunca visitó Rumania, tampoco tenía notas personales, ni conocimientos biográficos de Vlad el Empalador, no es posible que su obra se haya basado la figura de tal príncipe valaquiano. Tomando en cuenta esto, los historiadores creen que es más posible que el folklore irlandés haya inspirado a Stoker.
Hace 15 años, Bob Curran, conferenciante sobre historia y folklore celta de la Universidad de Ulster, Coleraine, publicó un artículo en una revista académica en donde teorizaba que Stoker basó su novela cúlmine en la leyenda irlandesa de Abhartach, un caudillo del siglo quinto de nuestra era conocido por sus nefastos hábitos chupasangre.
La Leyenda de Abhartach
A principios del siglo XVII, el Dr. Geoffrey Keating publicó el primer registro escrito sobre Abhartach en su trabajo Foras Feasa ar Eireann (‘Historia General de Irlanda’). A pesar que hoy en día es una leyenda más, el autor se refiere al personaje como una figura histórica real.
De acuerdo a Keating, Abhartach fue un señor de la guerra del siglo V, quien gobernó un pequeño reino en el área fronteriza con lo que hoy es el pueblo de Garvagh en Irlanda. Su pueblo le temía por sus supuestos poderes sobrenaturales, por lo que en un momento dado conspiraron contra el tirano para asesinarlo. Para ello, solicitaron la ayuda de Cathain, caudillo del reino vecino.
Cathain tendría éxito y cumpliría con el cometido de matar a Abhartach y enterrarlo de pie, como exigía la tradición para jefes celtas.
Pero la historia no termina allí, el tirano asesinado se levanta de su tumba para demandar un cuenco con sangre de las muñecas de sus súbditos para recuperar su energía vital. Ante esta situación, Cathain regresa y mata a Abhartach por segunda vez… con consecuencias igualmente infructuosas, dado que el vampiro volvería a escaparse de su tumba.
Cathain entonces buscaría el consejo de un santo cristiano. Éste le dijo que Abhartach era un marbh bheo (‘muerto que camina’), y por lo tanto debía dársele muerte con una espada hecha de madera de tejo, para luego ser sepultado cabeza abajo con una gran piedra sobre sus pies que impidiera su retorno de entre los muertos. El caudillo siguió el consejo al pie de la letra, y hoy en día, en el pueblo de Slaghtaverty, una gran piedra puede verse en el lugar donde presuntamente fue enterrado este «vampiro irlandés» (ver primera imagen de este artículo).
La historia de Abhartach fue repetida siglos después en El Origen e Historia de los Nombres y Lugares de Irlanda, de Patrick Weston Joyce, 12 años antes que Bram Stoker escribiera su famosa novela. Cabe destacar que las palabras celtas dreach-fhuola significan ‘sangre contaminada’, y algunos sostienen que ese es el verdadero origen del nombre Drácula.
Nunca sabremos con certeza si Stoker se basó en el vil empalador de tierras rumanas o en la mitología irlandesa. Como sea, si fuera la segunda opción, es difícil deshacerse de un preconcepto tan bien establecido en el imaginario popular, y que la Transilvania emplazada en el centro de Rumania abandone su tétrico puesto como hogar del vampiro que inició todo.