Existen personas que a pesar de tener en su contra todo tipo de adversidades de «peso pesado», pueden hacerles frente apoyados solamente en su pensamiento claro, gran intelecto y mente abierta. Una de estas personas fue Giordano Bruno, y le debemos a él mucho de nuestro actual conocimiento, y sin duda es un modelo digno de seguir.

Giordano Bruno fue un filósofo, astrónomo, matemático y poeta renacentista; nacido en Nola (cerca de Génova) en el año 1548 en una familia de modestas condiciones. Su nombre de pila era Filippo. Realizó los primeros estudios en su ciudad natal, a la que amaba y a menudo recordó luego en sus trabajos.

Durante su juventud se traslada en 1562 a Nápoles  donde realiza estudios superiores y toma clases particulares y públicas de dialéctica, lógica y mnemotecnia en la universidad.

Vida eclesiástica

Giordano BrunoEn junio de 1565 inició su carrera eclesiástica y entró, con el nombre de Giordano, en la orden dominica de los predicadores en el convento de S. Domenico Maggiore. En el convento sobresalió pronto debido el contraste entre su personalidad inquieta, dotada de viva inteligencia y ganas de conocer, y la necesidad de someterse a las rigurosas reglas de una orden religiosa. Sus problemas comenzaron durante su adoctrinamiento, al rechazar tener imágenes de santos, aceptando sólo el crucifijo. En 1566 tuvo lugar el primer procedimiento en su contra por sospechas de herejía. Dicho proceso no prosperó y, en 1572, fue ordenado como sacerdote dominico en Salerno y pasó al estudio de Santo Domingo Mayor, recibiendo en 1575 el título de Doctor en Teología de la Orden. En 1576 fue acusado de desviarse en la doctrina religiosa y tuvo que abandonar la orden, huyendo a Roma, donde consiguió asilo en el Convento de Santa María, en Minerva. Después de viajar por Italia y Francia llegó a Ginebra. Allí abandonó los hábitos.

Giordano ve en Europa amplias posibilidades para desarrollar su teoría filosófica y comienza una gira por diferentes países del continente. Perfecciona el arte de retener en la memoria las verdades adquiridas y descubrir otras mediante la combinación de diferentes términos. Inspirado en el «Ars magna» de Raimundo Lulio (1232), compone una serie de escritos que obtuvieron una considerable resonancia.

En Londres se dedicó también a enseñar en la Universidad de Oxford la nueva cosmología Copernicana, atacando al tradicional sistema aristotélico. En 1585 retó a los seguidores del Aristotelismo a un debate público en el College de Cambrai, donde fue ridiculizado, atacado físicamente y expulsado del país.

También vivió en Alemania, donde realizó sus poemas latinos. Tras aceptar una proposición de Giovanni Mocenigo para que le enseñara el arte de la memoria, se traslada a Venecia. Sin embargo, pronto todas sus ilusiones se verán frustradas cuando el mismo Mocenigo, poco después de su llegada a la ciudad italiana, le denuncia a la Inquisición. Al poco tiempo, el filósofo es trasladado a Roma en calidad de arrestado y tiene que sufrir una condena de siete años en la cárcel. A las numerosas invitaciones que Bruno recibió para que se retractase de sus teorías filosóficas, siempre respondió con negativas y su caso hubo de ser sometido nuevamente a sentencia con el veredicto final de pena capital.

El 20 de enero de 1600 Clemente VIII, considerando ya probadas las acusaciones y rechazando la solicitud de ulterior tortura presentada por los cardenales, ordenó que el acusado, «herético impenitente, pertinaz, obstinado», fuera entregado al brazo secular. Eso significaba, a pesar de la presencia en la sentencia de la usual hipócrita fórmula que invocaba la clemencia del Gobernador, la muerte en la hoguera.

El 8 de febrero la sentencia fue leída en la casa del Cardenal Madruzzo y fue entonces que Bruno, se volvió hacia los jueces y pronunció la famosa frase:

 

“Tal vez tenéis más miedo vosotros que emanáis esta sentencia que yo que la recibo».

 


 

Un dato controvertido (a los que nos tiene acostumbrados la Iglesia)

Resulta interesante prestar atención a quien presidió el tribunal inquisidor que juzgó y condenó a Giordano Bruno: Roberto Belarmino.

El inquisidor Roberto Belarmino no sólo fue quien dirigió el proceso que condenó a Giordano Bruno a ser quemado vivo, sino que unos años después también dirigió otro similar contra Galileo Galilei (quien corrió mejor suerte, siendo solamente condenado a prisión perpetua). Su apodo era “el martillo de los herejes“.

Belarmino fue canonizado por el papa Pío XI en 1930, y en 1931 fue nombrado “Doctor de la Iglesia“. Para rendirle aún más honores, en 1969 el papa Pablo VI creó el título cardenalicio “San Roberto Belarmino”. El 21 de febrero de 2001 dicho título fue otorgado al Arzobispo de Buenos Aires: Jorge Mario Bergoglio, el actual papa Francisco (quien luego designó en el mismo al actual Arzobispo de Buenos Aires, Mario Aurelio Poli).

Un análisis de Giordano Bruno

Pero, ¿quién fue Giordano Bruno? ¿Por qué este italiano que perteneció a un convento dominico en 1563, fue repudiado, perseguido y condenado hasta la muerte por algunas de las corrientes religiosas vigentes?

Para  algunos, él propició una revolución en el campo científico, para otros fue un gran mago que confeccionó un tratado para conseguir el poder de los demonios, para unos terceros tuvo la osadía de cuestionar la virginidad de la Vírgen María y el carácter divino de Cristo y para unos más fue un propulsor de la libertad de pensamiento.

Ciencia, magia y libertad es una mezcolanza sugestiva e inquietante a la que Bruno añadió unos ingredientes explosivos que activaron la espoleta de la susceptibilidad en los poderes de la época. ¿Qué ingredientes le llevaron a la muerte?

Para algunos astrónomos, Giordano Bruno evitó que la teoría heliocéntrica de Copérnico – según la cual el Sol no es el que gira alrededor de la Tierra, sino que es ésta la que gira alrededor del Sol – cayera en el olvido.

Bruno construyó un puente entre Copérnico y Galileo lo suficientemente sólido como para cambiar toda la concepción científica sobre el Cosmos. Galileo, amigo de Bruno, confirmó entonces con sus observaciones a través del telescopio ( se dice que lo inventó el propio Galileo ) la puerta abierta por Copérnico. Y Galileo también murió condenado por la Inquisición, claro.

Para algunos herméticos, Giordano Bruno recuperó la magia de los sacerdotes egipcios, recogida por Hermes Trimegisto. Para ello elaboró un misterioso libro que lleva por título Los treinta sellos, una de las más enigmáticas obras de Bruno, que tenía como finalidad formar a magos a través de un reconocimiento virtual por el Cosmos dibujado en unos diagramas. Bruno lo llamó la mnemotecnia mágica.

Para algunos filosófos y políticos, Giordano Bruno fue, sobre todo, un saludable provocador – según unos -, egocéntrico y según otros, un individuo que despreció el poder temporal ejercido por la Iglesia Católica sobre todo al afirmar que Dios ha creado infinitos mundos parecidos a la Tierra, que Cristo hizo milagros sólo aparentemente y que no hay castigo para el pecador. Incluso recomendó lo que llamaba los «amores vulgares», aunque él prefirió centrarse en los «amores heroicos», según sus palabras.

Recién entrado el siglo XXI, algunos investigadores apuntan a que Bruno también sembró la semilla que propició esa desesperante escisión entre ciencia y religión que ha afectado profundamente al desarrollo de nuestra cultura occidental.

Para algunos investigadores hay un hecho evidente: si no hubiera sido por Bruno, la obra de Copérnico no habría sido ni tan siquiera considerada. El propio Copérnico la mantuvo en secreto durante años. Y cuando se difundió no encontró grandes obstáculos ni produjo conmoción alguna hasta finales del siglo XVI, a pesar de que contradecía implícitamente la visión de la Biblia.

La Iglesia Católica toma conciencia del peligro que representaba Giordano Bruno. Este propone una justificación muy especulativa del sistema copernicano que llamó la atención de sus contemporáneos, entre otros, la de Galileo. La teoría copernicana se convirtió entonces en tema de conversación. Incluso los protestantes y calvinistas condenaron la nueva doctrina.

Pero no es ésta la herencia de Bruno, pues en la práctica el sistema propuesto no resultó ser mejor que el de Ptolomeo, ya que las observaciones astronómicas fueron escasas y poco precisas. La cuestión radica en que, para justificar sus sistema, Giordano Bruno siembra la escisión entre la razón científica y la razón religiosa. Y en Occidente, a diferencia de Oriente, se inicia la separación de saberes.

Giordano Bruno, es considerado hoy en día el Padre de la Astrobiología, pues especuló sobre la existencia de masas alrededor de las estrellas (siglo XVI). Fue un rebelde con causa y espíritu independiente que sentó las bases de una nueva concepción del universo y fue un pionero en la libertad de pensamiento, a pesar de tener un gran poder en su contra (La Iglesia católica y su «asesino a sueldo»  la Inquisición). Aunque muchas personas argumentan diversas razones contra Giordano Bruno, la historia nos ha dejado una verdad sobre él: un gran defensor de las ideas, un mártir guardián del conocimiento y el creador de una nueva corriente de pensamiento a la que muchos nos sentimos dignos de pertenecer.

 

Fuente: [absolum.org] – [blog.smaldone.com.ar]